Gazeta literaria num. 59

Micro-relatos

Una nota manuscrita sobre la mesa

El 5 de junio de 1940, la Wehrmacht inicia un gran ataque contra Francia; tan solo 9 dรญas mรกs tarde, el 14 de junio, ocupa Parรญs. El gobierno francรฉs y muchos habitantes de la ciudad, asรญ como refugiados espaรฑoles que habรญan llegado apenas hace un aรฑo, ya han huido para entonces; solo unos pocos, por exceso de confianza o por รกnimo de resistencia, se quedan. Uno de ellos es Juliรกn Zugazagoitia. El ambiente en Parรญs los รบltimos dรญas es de una efervescencia ansiosa y desconfiada; los rumores y las noticias de las actuaciones de la Gestapo se suceden. Los rostros que se cruzan en la calle reflejan un miedo abismal en sus miradas y socavan el รกnimo de uno que no sabe a ciencia cierta si son la expresiรณn de un delatado o de un delator.

Cuando sale del portal 6 de la rue du Commerce, en la cabeza de Juliรกn aรบn resuenan las palabras de advertencia de Luis, hermano de Lorenzo, viejo conocido suyo del barrio de El Boquete y que ha llegado desde Burdeos hace poco mรกs de un aรฑo:

โ€”Juliรกn, tienes mujer e hijos, escapa con ellos; ya nos quedamos aquรญ los que no tenemos familia.

Con ese pensamiento en la cabeza se descubre a sรญ mismo ante el portal de la sede parisina donde suelen reunirse รฉl y otros compaรฑeros para coordinar la ayuda a los refugiados espaรฑoles reciรฉn llegados a la capital francesa. Echa una mirada a derecha e izquierda y cruza el zaguรกn. Sube las escaleras de dos en dos hasta el segundo piso, una vez frente a la puerta de la sede abre con su llave y entra.

โ€”ยกRamรณn!,โ€ฆ ยกJuan!! โ€”vocea. Nadie responde.

Un gesto de contrariedad asoma en su rostro; es extraรฑo que a estas horas no haya nadie. No quiere darle mรกs importancia. Toma un papel del escritorio cercano al ventanal y una estilogrรกfica con las que compone una rรกpida nota.

Querido Lamoneda: Mi mala suerte quiere que hoy, que he venido a veros, no encuentre a nadie. Debo suponer que estรกis y que vuestro trabajo sigue. No sรฉ nada ni por vosotros, ni por don juan, ni por el S. E. R. E. Vivo, pues, en la felicidad del ignorante. Estoy persuadido de que esta ola de pรกnico que se ha desencadenado en Parรญs, no os afectarรก, por vuestra mayor experiencia de lo que son estas cosas. Si tenรฉis tiempo, pues, de pensar en asuntos ajenos, no olvidรฉis que son muchos los afiliados que os agradecerรกn vuestro consejo y mejor vuestra ayuda. Con un poco de calma, se puede hacer todo: nadar, guardar la ropa y ayudar a que se salven los que no tienen ropa ni saben nadar. Un abrazo para todos, Zuga

Juliรกn dejรณ esta breve nota, la รบltima, sin saber que vendrรญa a ser poco despuรฉs epitafio y al mismo tiempo prรณlogo siniestro de un hecho incomprensible, epรญtome del sinsentido y de la venganza gratuita del vencedor. En esa nota se evidencia la huida, la astuta desconfianza de los que no estaban ya en aquella sede para cuando Zuga llega. Tambiรฉn se refleja su propia excesiva confianza (โ€œfelicidad ignoranteโ€ dice รฉl), confianza ingenua en la cordura del enemigo. Un exceso de confianza que serรก fatal poco despuรฉs. Zuga confiaba en la gente, tambiรฉn en la mala gente, esa a la que รฉl mismo ayudรณ tantas veces, porque confiaba en el ser humano entero. Asรญ de simple y asรญ de humano. Gracias a la efectividad del agente secreto Urraca, la Gestapo detuvo y entregรณ a Zuga a las autoridades franquistas que se encargaron de ajusticiarlo sin justicia ante un tribunal militar.

De madrugada, en una noche invernal del 9 de Noviembre de 1940, ante el pelotรณn de fusilamiento, cuando varias balas atravesaban su pecho, Zuga siguiรณ creyendo y confiando en los seres humanos.

J. Gonzalez Zuazo

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